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miércoles, 2 de mayo de 2012

Judas Tadeo Landinez y su Imperio Financiero del Siglo XIX


¿LA PRIMERA PIRAMIDE FINANCIERA EN LA REPUBLICA?


El primer escándalo financiero  de grandes proporciones registrado en nuestro territorio patrio, a mediados del siglo XIX,  fue la quiebra del famoso inversionista Jorge Tadeo Landínez, ilustre hijo de Boyacá, en razón a que arrastró consigo notables terratenientes, incluyendo comunidades religiosas.
Landínez, nacido en el municipio de Samacá, estudió en Tunja y luego en Bogotá, leyes, ciudad donde  recibió su título de abogado. 
Como funcionario de gobierno desempeñó cargos  importantes;  Diputado en época del General Santander, representante al Congreso, funcionario de hacienda en Tunja, rector del Colegio Boyacá de Tunja, Ministro de Hacienda, Ministro  del Interior y Ministro de Relaciones exteriores, entre otros,  especialmente durante el Gobierno del presidente Márquez [1837-1841].
Su amplia trayectoria política y sus relaciones se convirtieron en los pilares para incursionar dentro del mundo de las Finanzas, en el que se dice, contaba con un   capital de $22.000, cuando en 1841 constituyó su empresa, denominada, "Compañía de Giro y Descuento"
Ante la ausencia en el país de sistemas financieros de ahorro y préstamo, La Compañía del inversionista gano sin muchas dificultades  confianza y credibilidad en el ámbito, gracias al sistema implementado en su compañía. 
El sistema financiero de  Landínez,  consistía en recibir dinero a interés, dinero que luego prestaba a terceros sobre hipotecas. Los dineros que a su vez recibía en depósito, eran respaldados con pagarés, letras y en ocasiones también con hipotecas. 
Estos pagares y letras que extendía, tenían carácter de "negociables" y consiguió, gracias a su cumplimiento en el pago de intereses a sus depositarios, cuyo monto ascendía al 2% sobre la suma total; que estos circularan en la capital como billetes de banco.
La compañía de Jorge Tadeo Landínez, incrementaba, ante la continua demanda,  sus actividades financieras y logró en un tiempo aproximado  de tres años,  alcanzar  activos por cerca de un millón que a su vez enfrentaban pasivos  por cerca de dos millones. 
La popularidad de la compañía crecía día a día  y personas de todos las esferas sociales,  incluyendo compañías religiosas, acudieron a la oficina de Landínez con el ánimo de multiplicar sus ahorros y/o beneficiarse con un préstamo.
Los estudiosos de la historia financiera de Colombia, manifiestan que Landínez logró constituir un imperio que compraba numerosas propiedades urbanas y rurales, entre las que pueden citarse    famosos predios fundados desde la colonia, como la Hacienda el Novillero que  en 1810 era propiedad  del segundo Marquéz de San Jorge y su hermano don Jorge Tadeo Lozano y Peralta.  
Tibaitatá en Mosquera, que perteneció a los Vergara,  Hatos de Funza que integraba también el Novillero, Chaleche en Sesquilé que más tarde fue propiedad de la familia Cuervo, Buenavista en Cota, adquirida por  Urdaneta,  El Cerezo y San Miguel en Facatativá, Matima en Sasaima de los Lozano Peralta,  Siecha, El Salitre, Santa Bárbara, La Fiscala, Paloquemado, Tunjuelo, La hacienda Paime y La Mesa entre muchas otras.
Las habilidades financieras de Landínez lo condujeron a incursionar, en el sector de la industria como proveedor, y en razón a la guerra desatada en este tiempo ( Guerra de los Supremos, también llamada guerra de Los Conventos) aprovechó para convertirse en el mayor proveedor de abastos de Santafé (monopolio que en la colonia ostentó el primer Marquéz de San Jorge). Constituyéndose también  en proveedor del Ejército Nacional, razón por la cual  es catalogado como uno de los primeros empresarios industriales.
Incursionó además en La explotación minera, tanto aurífera como carbonífera al  adquirir las minas de carbón  de Chaleche en Sesquilé, los predios con yacimientos carboníferos de Zipaquirá y otros que lo convirtieron en el mayor proveedor de carbón de Bogotá. También efectuó la compra de algunas   fábricas, entre ellas, una de tejidos de algodón, la Ferrería de Pacho y la fábrica de Loza. 
En el sistema de transporte, adquirió las mejores recuas  y contrató los mejores arrieros para prestar el servicio de transporte. Landínez, llegó a ser el hombre más rico de la república pero en contraste con esta posición, era así mismo el que mayores obligaciones financieras poseía y Este aspecto le reclamaba permanente  liquidez y lo obligaba  a vender las  mejores  propiedades con mínimas ganancias.  
La continua necesidad de liquidez se hizo cada vez más evidente y en consecuencia la oficina  empezó a retardar el pago de intereses que motivó la alarma general. Landínez,  reunió a los depositarios para explicarles la situación y manifestarles que  el colapso se podría evitar si  seguían apoyando la compañía. Su estrategia para impedir la quiebra no contó con el respaldo suficiente y fué objeto de una demanda, por parte de su más encarnizado oponente, que en estas circunstancias, logro la estocada final para derrumbar el gran imperio económico de Landínez que cayó en la bancarrota arrastrando con él,   numerosos inversionistas.

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